El viernes que sacudió al mercado: una lección para los verdaderos traders

10/10/20252 min read

El viernes no fue un día más.
Fue uno de esos días que quedan marcados en la historia de los mercados financieros.
Una jornada donde las criptomonedas colapsaron en cadena, arrastrando a miles de inversores y traders de todo el mundo.

En cuestión de horas, vimos desplomarse lo que parecía inquebrantable. Bitcoin cayó con fuerza, Ethereum perdió niveles clave, y proyectos que muchos consideraban sólidos desaparecieron como humo. Fue —sin exagerar— una de las caídas más grandes que ha vivido el mercado cripto.

Y sí, a mí también me afectó. Ver cómo las posiciones cuidadosamente analizadas se ven arrasadas por una ola de miedo no es fácil. Sentir la pantalla teñirse de rojo, una y otra vez, duele.
No solo por el dinero, sino porque toca el ego, el esfuerzo y la confianza.

Pero este artículo no es un lamento.
Es una reflexión sobre el carácter que el trading exige.

Las causas de esta caída fueron múltiples, y como suele pasar en los grandes movimientos del mercado, no se debieron a un solo factor, sino a una cadena de eventos que se retroalimentaron entre sí.

Todo comenzó con una ola de liquidaciones masivas en posiciones apalancadas. Muchos traders operaban con alto apalancamiento, confiados en que el mercado seguiría subiendo. Pero cuando los precios comenzaron a caer, los exchanges empezaron a cerrar automáticamente esas posiciones por falta de margen. Eso provocó un efecto dominó: las liquidaciones forzadas empujaron aún más los precios hacia abajo, generando más liquidaciones y más miedo.

A ese efecto se sumó una fuerte falta de liquidez. En momentos de pánico, hay menos compradores dispuestos a entrar, y cuando el volumen desaparece, cada venta impacta más en el precio. Las órdenes de venta se ejecutan a precios cada vez más bajos, y el mercado se desploma con rapidez. Por si fuera poco, las noticias macroeconómicas no ayudaron. El anuncio de nuevos aranceles de Estados Unidos hacia China generó incertidumbre global, afectando a todos los mercados de riesgo: bolsas, materias primas y, por supuesto, criptomonedas. Cuando los grandes inversores huelen riesgo, buscan refugio en activos más estables y abandonan lo volátil. También hubo una clara correlación con los mercados tradicionales. La caída en las bolsas arrastró al mercado cripto, mostrando una vez más que el sector digital no está aislado de la economía mundial. Cuando los índices bursátiles tiemblan, el capital huye de los activos más especulativos.Y como suele suceder, las grandes ballenas aprovecharon el momento. Varios analistas señalan que algunos fondos y grandes tenedores provocaron movimientos intencionados para barrer liquidez y generar pánico. Al vender en masa, empujaron los precios hacia abajo, haciendo saltar los stops de miles de traders minoristas. Luego, cuando el mercado estaba en su punto más bajo, comenzaron a recomprar.

Finalmente, todo esto se combinó con el factor psicológico más potente del mercado: el miedo. Cuando las pantallas se llenan de rojo, muchos actúan por impulso, cerrando posiciones precipitadamente. El miedo colectivo se contagia, y la caída se acelera.

En resumen, la tormenta perfecta: apalancamiento excesivo, falta de liquidez, noticias macro negativas, manipulación institucional y una ola de pánico generalizado.
Un recordatorio brutal de que, en los mercados, la volatilidad nunca avisa… pero siempre enseña.